Feliz nuevo año

Para mí el año comienza el 1 de septiembre. 

Y como desde los últimos días de agosto y hasta prácticamente hoy, he vivido inmersa en una mudanza, todavía no había encontrado el momento de sentarme a escribir y poder repasar lo que ha significado este año. Y así, agradecer lo que fue y lo que será.

Desde hace poco más de dos semanas, vivo en Dumfries, una localidad al sur de Escocia. Sobreviví a la mudanza número 11 en mi currículum vitae. Sobreviví y me especialicé en pulcritud, orden y en cómo desechar objetos inútiles. Conté con la ayuda clave de un libro: 




Sí, algo así como un título de autoayuda, no lo ocultaré; la típica lectura que intuyes absurda y que te sorprende gratamente. Ese libro del que alguien te habló y que tú compraste en una estación de tren y tardaste en leer. Pero el día que lo hiciste, ¡Ay, ese día cambiaron algunas cosas! 

Entre otras, el tamaño de tu mochila vital. Yo que presumía de componer equipajes ligeros con la vista puesta en el Camino de Santiago, ahora puedo asegurar que mis posesiones materiales, véase libros, ropa, zapatos y otros objetos, han disminuido notablemente. 

Superada la mudanza, dijimos adiós a Pamplona y viajamos, entreteniéndonos por el camino, hasta Le Havre, una localidad francesa cuya visita bien merece la pena por su catedral construida íntegramente en hormigón -material que a mí me fascina-. Allí, ya de noche, subimos a un ferry que nos llevaría a Portsmouth, al sur de Inglaterra. 

A partir de las 6 am del sábado, 27 de agosto, no volvimos a conducir por la derecha. ¡Y todavía no hemos roto ningún espejo retrovisor!

Cada vez con más frecuencia creo que algunas conversaciones no son casuales. Cuando esperábamos para embarcar, charlamos con dos camioneros que semanalmente traen fruta desde Murcia y Valencia. Sin apenas conocernos, tan solo compartiendo unas pinceladas del porqué de nuestro traslado, uno de ellos afirmó que nosotros éramos libres para pensar. Bonita declaración, sí señor 

Dicho esto, por fin me siento y pienso en lo vivido; lo hago en una biblioteca desde la que contemplo ese verde casi 'fosforito' del campo escocés. 

Septiembre 2015-2016 pasará a los anales de mi historia por ser el año en el que:

- Navegué por lagos casi inmensos. En Finlandia, surqué las aguas del lago Saimaa. Me quedé boquiabierta ante las innumerables islas que le dan forma y empaque. Algunas minúsculas, otras pobladas por seres privilegiados. Y no solo hablo de animales. 

Allí reí, me harté de salmón y lucio-perca, y hasta cociné pasteles típicos a base de arroz. Todo ello con una gran compañía, la de Nerea, Cristina, Anabel, Isabel y Albert, mientras el sol no se ponía. 




(© http://www.visitfinland.com/es) 

Y aunque ayer ya corresponde a mi nuevo año, volví a navegar. Esta vez en el tercer lago más grande de Escocia, llamado Lomond. Quizás regrese antes, nunca se sabe, pero haré todo lo posible por volver a contemplarlo en junio. Entonces pretendo seguir la ruta del West Highland Way. Consta de unos 150 kilómetros, parte de una zona al norte del Glasgow y concluye en Ben Nevis, la montaña más alta de Gran Bretaña. Que no hay necesidad de subir, todo sea dicho. 

- Comprendí que es posible volver a los lugares en los que fuiste feliz. Sí, este año mis pasos me han llevado a Bretaña y no ha sido en una ocasión, ha sido hasta en dos. 


(© Turismo de Bretaña)


Callejeé por Saint-Maló y, una vez más, como ocurrió en Le Havre, me asombró la capacidad del ser humano para recuperarse de las guerras más sangrientas.





Al atardecer volví caminando a Mont-Saint-Michel. Esta vez no dormí en una arboleda junto a mi hermano, pero sí en un camping cercano y junto a él. Otro momento, otra edad, pero idéntica felicidad. 

- Entendí que nuestro pensamiento viene marcado por nuestro lenguaje. Así que comencé a no utilizar tantos adverbios y tan tajantes como nunca, siempre... 

- Adiviné que la vida te tiene guardadas sorpresas que posiblemente algún día formulaste en forma de deseo. 

Cuando era pequeña y durante tres años, tuve la suerte de que mis padres invirtieron parte de sus ahorros en que yo disfrutara de un mes de verano en Cambridge. Recuerdo como si fuera hoy que en una de aquellas inolvidables estancias, viajando a Londres o quizá a Oxford, vi a través de la venta del autobús un coche con matrícula española. Dentro, viajaba una mujer. Y yo, que con frecuencia fantaseo sobre las vidas ajenas, imaginé que, como ella, sería maravilloso vivir una temporada en un país como éste. 

Pues bien, mi escenario actual no es Inglaterra pero sí Escocia. Y será durante los próximos doce meses. 

En Dumfries, nuestra casa, con jardín (añádase a la lista de deseos cumplidos), se encuentra en el campus universitario y es de una belleza que alegra cualquier día de lluvia. 

The Crichton Campus fue un pequeña y autosuficiente área en la que habitaban pacientes con problemas psiquiátricos. Gracias a su trabajo, terapéutico, yo disfruto de unos jardines de cuento. Como entonces, sigue habiendo vacas, una iglesia propia y bellas casitas que ahora habitamos algunos afortunados. 




- Recibí múltiples regalos en forma de viaje. Y viajar siempre es una buena idea. 

Los hubo en forma de escapada y otros largos, con maleta facturada. Por ejemplo, conocí Finlandia y descubrí la orilla del Pacífico de México. Allí compartí casi todas las horas del día con un divertidísimo grupo de colegas periodistas como si de Gran Hermano se tratara; me harte de comer aguacate y polos buenísimos, y tan solo pude beber un poco de tequila porque la edad no perdona. Como tampoco perdona el jet lag, el de ida y el de vuelta, también conocido como 'Najerazo'.

Lo bueno de los viajes es, por supuesto, haberlos vivido pero también poder recordarlos. Y en mi caso, incluso haberlos contado para que otros sueñen. 




- Alcancé pequeñas metas. Del mismo modo que he aprendido a observar mi lenguaje, lo que represento con él y cómo influye en mi forma de estar en el mundo, supe marcarme pequeñas metas. Y las alcancé. 

Las nuevas también son pequeñitas, posibles y realistas. ¡Trabajaré por ellas!

- Supe que la vida siempre merece la pena. Durante los pasados 12 meses, tuve la certeza, una vez más, de que la vida siempre merece la pena. 

Por los amigos que añoras y te reconfortan, por los seres queridos a los que cada día comprendes un poco mejor y quieres también un poco mejor. Y por los días de lluvia en un lugar de Escocia llamado Dumfries. 

Dicho esto, feliz nuevo año.


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